miércoles, 6 de enero de 2016

La buena muerte



"Perro en el bosque", pintura de Manuel Amigo



 
Sentir la volubilidad de los huesos
 

Su crujir en lo más hondo de tu pozo
 

Vaciar los bolsillos de naderías

Cambiar la sucia tela por cuero peludo
 

Saltar de la cama al sotobosque
 

Dejar atrás un viejo traje
 

Y correr, correr, correr...
 

Olvidando quién fuiste
 

Siendo quien eres
 

Corriendo sin tropezar
 

Sobre troncos olvidados y cauces secretos
 

Buscando un lugar donde dejarte caer en paz
 

Porque mueres, lo sabes
 

Y sabiéndolo sigues corriendo, persiguiendo un digno final
 

Hasta que te rindes en un lecho de hierbas y hormigas

Y tu lengua se congela, y tu corazón deja de bombear

Entonces aparece un último pensamiento, uno feliz:
 

Haber dejado tu cama de satén para como un perro morir.




 

viernes, 1 de enero de 2016

¡Jamás!




Lo encontré allí, de pie, ancho y estático como un buzón. Vestía de domingo, con su mejor ropa, aunque fuese entresemana: pantalones prietos, camisa al límite y chaqueta enana. Su cara esférica sonreía con buena expresión.  Le lancé un educado saludo, él a mí dos. Fue entonces cuando estrechó mi mano y me agasajó como a un buen cristiano. Bebimos y reímos hasta que se hizo tarde y tuve que decir adiós.

     
     —Hasta otra —me despedí estrechándole la mano de nuevo.
     
     —¿Ya te vas, amigo? —preguntó decepcionado, con el cejo fruncido.
     
     —Sí —dije—, se hace tarde.
     
     —Creo que no —Me miró fijamente y añadió—: Tengo tu mano y me alegro de haberla conocido.
     
     —Lo siento pero he de irme —insistí—, ¿la soltarás?

    
      Sus ojos brillaron.

    
     —¡Jamás!